lunes, 14 de diciembre de 2009

Algunos puntos sobre la historia oral

Quienes hemos realizado una investigación de tipo histórco, sin importar la formalidad de esta, conocemos los pesares del trabajo documental. Por pesares no me refiero a un trabajo que se realiza sin animo, a la fuerza. Cuando habló de los pesares del trabajo documental me refiero a todos esos problemas que uno tiene que solucionar para poder realizar su investigación. La localización de los documentos, lidiar con el archivo, buscar por horas documentos que en muchas ocasiones no se pueden encontrar, pues; como elusivas sombras, les gusta esconderse y dejar que el historiador mueva cielo mar y tierra para encontrarlos. Sin embargo, quizás el mayor dolor al hacer una revisión documental es el terrible sentimiento de que no se tiene todo el panorama, sobre todo cuando se trabaja con documentos gubermantales, da la impresión de que lo que se nos dice ahí no refleja completamente la realidad, como si apenas fuera un fragmento, una parte infíma del total, como si estuvieramos escuchando las notas ejecutadas por una flauta mientras el resto de la sinfonia nos permanece oculta. Si bien la prensa a veces puede brindarnos un fragmento extra de la realidad, pareciera siempre que el historiador esta condenado a jamás poder observar por completo aquello que esta estudiando. Y es que en los documentos solo se encuentra aquella información que alguien ha querido preservar por una u otra razón, mientras que fuera de esa masa documental se esconde todo un mar de chismes, rumores y recuerdos, que eluden al historiador y que se encierran en espacios ajenos a la investigación.



Fuera del papel existe lo otro, lo no registrado, lo que perdura sin el árido rigor del oficio documental, sin la reflexiva mirada del filosofo y novelista y sin el afán registrador del periodista. Fuera del mundo escrito, en el seno de la sociedad, existe un oceano de información que se intercambia en espacios libres, que se traspasa de un lugar a otro, que se mueve sin importarle el estilo de redacción, datos que simplemente se pasan de una persona o comunidad a otra, y en los que se expresa la memoria no vuelta historia de texto, los sucesos sin periodismo y las vivencias sin análisis psicológico.


Ese mundo no registrado es el mundo de la oralidad, de las tradiciones que no se escriben sino que se dicen. Que se comunican con viva voz. Es con lo que aparecieron los mitos, las leyendas, las primeras historias.


La tradición oral es cáracteriristca de aquellos lugares en donde no se cuenta aún con un sistema de escritura que conserve la memoria colectiva1. Sin embargo, esto hay que matizarlo. Si bien es cierto que la tradición oral se manifiesta de manera más clara en las sociedades ágrafas en donde ésta el la única forma de conservar la memoria, también en las sociedades urbanas y con sistemas de escritura se hace uso de la tradición oral como forma de conservación y transmisión de información de aquellos sectores que por una u otra razón estan fuera de los canales de producción de testominios oficiales2. Las palabras escapan a la revisión rigurosa del archivista que conserva y designa que información es útil o no. La voz de los testigos no privilegiados no llega a noticia periodistica ni a información merecedora del libro de texto. Sin embargo, posee la dicha de conservar para si una visión mucho más rica, más viva que la que se encuentra en el texto. La voz, con su entonación emotiva, rescata hechos no discursivos que escapan al papel, y que solo pueden ser encontrados en la expresión directa del que lo vive. Se conservan así leyendas de pueblos que no pueden escribirlas (o que no estan interesadas en ello), recuerdos de sucesos importantes cuyos testigos no alcanzaron a plasmar su experiencia en un documento, transformaciones sutiles de la sociedad que muchas veces no alcanzan a notarse precisamente por su sutileza, convulsiones dentro del inmenso organismo que es un sistema social y por su aparente insignificancia no despiertan el interes de nadie. Me viene a la mente una plática con el dueño de una tienda cerca a mi hogar. En una ocasión, al ir a comprar un producto el cual no puedo recordar cual era, platicamos sobre el alza de los precios de muchos objetos de la canasta básica, recuerdo muy bien que aquel hombre me dijo que la cosa iba a terminar mal, que él no sabia que iba a pasar, pero que sabia que iba a pasar algo. Este hecho podría haber pasado insignificante si no fuera por que nos habla de la visión de un hombre que no escribe sus observaciones de la sociedad, cuya visión de los hechos actuales no queda plasmada en ningun texto, pero que refleja el punto de vista que observa diariamente a la gente que compra, que sufre por abastecerse de alimentos y que le comúnica sus experiencias en el alegre chisme que se da en las tienditas. También podría parecer insignificante sino fuera por que no es la primera persona que emite un juicio así. ¿Qué tiene que ver esto con lo que estaba planteando? Muy simple, nos habla de un movimiento en la visión de la gente con respecto a la situación actual, pero que por no aparecer en ningun papel no perdura ni se conserva, y además, escapa al historiador para que él pueda reconstruir o explicar el fenomeno de una posible crisis social dentro de un sistema.


La platica que mencionó también nos sirve para ilustrar perfectamente la importancia del rescate de lo oral para el historiador, nos permite observar las experiencias y pensamientos de las personas que no se encuentran dentro del circuito de la produccion de conocimientos y dircusos oficiales, cuya voz se encuentra fuera de la episteme3. El rescatar estas voces, y hacer que se vuelvan parte de un discurso es la labor de quien trabaja la historia oral4. La historia oral nos permite hacer un rescate de aquellos saberes que se escapan a lo textual, busca rescatar las experiencias de la gente común:


Al recuperar historias de vida de la gente común se busca recuperar los saberes y tradiciones que les dan significado, debido a que son los recuerdos personales los que “permiten aportar una frescura y una riqueza de detalles que no podemos encontrar de otra forma”5


Se rescatan así saberes marginales, fuera del circuito de producción de discursos aceptada pero que reflejan y construyen la realidad de una gran parte de la población en México. Ahí radica su importancia y su poder. En el dar validez científica a la visión de sujetos fuera de la episteme social aceptada y que por lo mismo se toman como meros chismes, rumores de gente sin importancia. La historia oral rescata otra racionalidad, otra forma de construcción de discursos que había sido olvidada por los historiadores y que nos habla de lo más intimo de una sociedad, de aquello que por ser tan profundo en ella no se escribe, de aquellas palabras que mueven al mundo social de forma más poderosa que todos los textos o manifiestos.


Hablemos entonces de la historia oral, de sus métodos y prácticas, de sus intenciones y de sus posibilidades. Preguntemosle a la historia oral que puede ofrecernos, y veamos como en la investigación histórica, no todo son papeles con olor a viejo, como más alla del mundo del archivo existe un continente vasto que descubrir y conquistar, y que puede ofrecer tanto al historiador como lo hacen la crítica de fuentes y la interdisciplinariedad de la que tanto se habla en las aulas.


Como buen historiador, quisiera comenzar hablando un poco de los origenes de esta práctica histórica. Fue allá en 1934 y 1935, cuando se realizaron entrevistas a personas de raza negra que habían sobrevivido a la época esclavista en los estados de Kentucky, Indiana y estados circundantes. Se buscaba rescatar sus recuerdos como parte de un programa para crear nuevos empleos6. Posteriormente, en 1967 se crea el Asociación de historia oral, en gran parte gracias a los trabajos de de Allan Nevins, quien en sus entrevistas a políticos y con el uso de la grabación magnetofónica de dichas entrevistas, había sentado las bases de la metodología de la historia oral. Tras la fundación de la ya mencionada asociación se realizaron estudios sobre la vida política en Estados Unidos, observando que cada vez más había mayor participación de la ciudadania, donde ya no solo las elites participaban. Se hace así un uso de la historia oral que explicaron movimientos políticos a través de sujetos. En europa se realizaron también trabajos de historia oral con el fin de rescatar el folklore y la vida obrera. Estos trabajos nos muestran la importancia que estaba cobrando en el mundo occidental el rescatar la visión de individuos que se encontraban al margen de la escritura. En algunas ocasiones esto no se debía a un analfabetismo, sino al hecho de que en la vida cotidiana no se escribian todos esos acontecimientos, pues eran parte simplemente de la tradición oral.


¿Tradición oral? ¿Qué es eso? Se me podría preguntar. La respuesta es muy sencilla. Las tradiciones orales no son otra cosa que aquellas fuentes históricas que se transmiten de manera oral (valga la redundancia) y no de forma escrita. Se transmiten de esta manera de generación en generación7 a los individuos que conforman un sistema social pero que no escriben estos testimonios ya sea por decisión o por falta de un sistema de escritura o de las condiciones que lo permitan. En otras palabras, la tradición oral no es otra cosa que la transmisión de discursos orales que hace un determinado sistema social de generación en generación y que tiene la función de transmitir aquellos conocimientos que son importantes y que dan sentido a una sociedad. La importancia de la tradición oral para la investigación histórica no debe de ser minimizada. Ya he hablado hasta el cansancio de que la historia oral permite rescatar discursos que por el espacio discursivo8 desde donde se pronuncian no llegan a convertirse en texto. Pues bien, las tradiciones orales forman parte de este conjunto de discursos. Sin embargo, tienen la peculiaridad de ser la fuente y raíz de sentido en una determinada sociedad. La tradición oral da el sustento de la autoridad, creencias, prácticas en distintas sociedades, no solo en aquellas que no cuentan con un sistema de escritura, sino también en microsistemas. Pongamos algunos ejemplos. En las sociedades antiguas, la forma de tradición de los conocimientos era por medio de la transmisión oral. En dichas sociedades sin escritura, por medio de la oralidad se contaban los mitos que habían dado forma al mundo y a la sociedad y se preservaban las formas existentes de la sociedad. Pero también en microsistemas como lo son las familias, la oralidad cumple esta función. Esto lo explica claramente Graziella Altamirano Cozzi:


Tanto la omisión como la manera de reconstruir la historia familiar a través del recuento de los acontecimientos contribuyen a la creación de mitos públicos y privados, los cuales son parte esencial de la historia familiar y de la imagen que todos sus miembros tienen de sí mismos. Por definición, el mito “es colectivo, compartido por muchos e intergeneracional, está más allá de los limites de espacio y de tiempo, por ello, los elementos míticos en la memoria familiar necesitan ser vistso como una evidencia del pasado que mantiene una continuidad en el presente.9


Lo que nos dice esto es que también a nivel familiar la formación de mitos construye la forma en que los individuos se conciben a si mismos. Queda clara entonces la importancia de la historia oral en microsistemas sociales como lo son la familia. Al hacer un análisis y una reconstrucción de dichas tradiciones, el historiador puede explicar la formación discursiva de un gran numero de conglomerados humanos. Las posibilidades son inmensas: estudios de la construcción de mitos en diversos grados sociales (microsistemas como lo son las familias, o sistemas sociales complejos como la sociedad en su conjunto), formación de sentidos y de instituciones en las mismas escalas (la creación de una institución o autididad por origen mítico en sociedades antiguas o la formación de relaciones en familias o sistemas sociales más pequeños). En fin, toda una serie de discursos que el historiador registra por medio de diversas técnicas y logra reconstruir y explicar. Con este tipo de estudios, se deja al desnudo la construcción del sistema social. Más allá de las normas realizadas por el estado y que se convierten en ley, llegan al historiador el conjunto de sistemas discursivos que construyen la cotidianeidad de los individuos en sus relaciones informales con sus semejantes y con todos aquellos individuos que conforman su red relacional cotidiana.


Veamos un poco como funciona esta tradición oral fundadora de sentido en distintos sistemas sociales. Cuando la tradición se propaga de generación en generación en un sistema social, construye la memoria colectiva. En la actualidad la televisión, los grandes medios de comunicación así como los libros de texto construyen de manera oficial la memoria colectiva de una población. Sin embargo, reptando por debajo de estos grandes discursos llenos de las vacuas ilusiones de mago, se mueve un inmenso rio de discursos que construyen la memoria colectiva de una población. No nos engañemos, medios de comunicación y tradición oral no estan peleadas ni se encuentran separadas, ambas forman parte de la construcción de discursos, sin embargo, es importante resaltar que la tradición oral en muchos sectores puede cobrar mayor importancia que los grandes discursos televisivos.


La memoria colectiva es finalmente lo que construye la tradición oral. La tradición oral podemos decir que es el mecanismo de comunicación de la memoria colectiva. Mediante la transmisión oral la memoria de la sociedad se preserva y se fortalece. Con la memoria colectiva vamos a ver la aparición de distintas “historias oficiales”. Por un lado, tenemos la visión oficial de lo ocurrido construida a partir de ciertos sectores, y por otra vamos a tener la visión rescatada en su memoria por otros sujetos. Algo hay que tener bien claro, a diferencia de la monotona repetición de sucesos que se da en la historia escrita, la tradición le opone la fresca visión de lo espontaneo y lo dinámico. El documento escrito construye monumentos de piedra inamovibles. Una vez que se encuentra en el papel, el acontecimiento queda petrificado, fijo,$ inmutable para toda la eternidad, solo el historiador podra transformarlo, pero él sera siempre el mismo. A esto, lo oral le opone la libertad de expresión, la volatil transformación de los testimonios, la fugaz palabra que se dice y se desdice, que se módifica con cada persona que la pronuncia. Los testimonios de los que se nutre la memoria colectiva fluyen. Sobre esto Mario Camarena Ocampo dice:


No es un recuerdo estático desde su creación, sino una construcción de cada grupo social que tiene sus propias fronteras. No hay memoria colectiva cuyos limites se encuentren difinidos de una vez por todas, sino que se van transformando de acuerdo con los contextos en que se va creando.10


Y en su constante fluir, los testimonios se alejan de ese primer suceso, o mejor aún, lo transforman, nuevos contextos crean nuevos espacios discursivos y los testimonios orales se transforman, llevandose con ellos la memoria colectiva del sistema social.


Sin embargo, esto pone al historiador en un problema epistemológico con respecto al conocimiento que puede extraer del testimonio oral. Formados aún por los prejuicios de un positivismo añejo y poco comprendido, la veracidad de un documento escrito pesa más que la de un testimonio oral. Sin embargo, si ponemos un poco más de atención veremos que el problema epistemológico de la veracidad de las fuentes se presenta con todos los documentos históricos11. Distintos autores han propuesto distintas formas de establecer la veracidad de las fuentes orales. Algunos proponen que se puede hacer la misma crítica de fuentes que se utiliza para otro tipo de documentos. Jan Vansina propone lo siguiente:


Jamas se puede conducir con certeza a la verdad, pues nada se sabe de los primeros testigos ni de quienes han transmitido el testimonio. Sin embargo, cuando las tradiciones independientes concuerdan proporcionan una certeza. Para que una tradición oral sea digna de crédito hace falta que su duración sea limitada, que el sentido crítico tal como se presenta en un momento dado del tiempo donde se sitúa el periodo de a tradicón sea suficientemente desarrollado y que en los medios auxiliares hayan existido de forma que hubiese sido posible el examen de personas con juicio crítico formado12.


Desde mi óptica, los testimonios orales son como cualquier otra fuente para el historiador. Se deben de sujetar a una crítica que pueda establecer su veracidad. Cuando se debate sobre si los testimonios orales deben de ser tratados igual que los escritos se comete el error de pensar que todas las fuentes escritas son interrogadas de igual manera. Sin embargo, tanto como para establecer su veracidad como para entender su contenido, el historiador debe preguntarse primero que es lo que esta buscando. No se interroga de igual manera un periódico que un oficio gubernamental, y lo mismo se aplica para las fuentes orales. Se utilizan mecanismos similares, como la contrastación como hechos ya conocidos y aceptados como veraces. El problema de la veracidad de un testimonio oral es apenas una parte de los conflictos epistemológicos que conlleva el uso de la historia oral. Como ya lo dijo Marc Bloch, descubrir una mentira no es suficiente, hay que conocer ahora la causa de esta13.


Sin embargo, algo si tiene de diferente la historia oral de la documental. La racionalidad de sus fuentes es distinta, y el historiador tiene que por diversos métodos construir el discurso. Mediante las entrevistas realizadas a sus informantes, el historiador no solo recibe la información, también ayuda en la construcción del discurso que el informante elabora. Al interrogarle sobre sus recuerdos, sus experiencias y emociones, el investigador recupera información que bien podría haber quedado sepultada por el terrible peso del olvido. Más que un agente pasivo que se limita a recabar la información, mediante el uso de la entrevista y las distintas técnicas de la historia oral, el investigador construye la historia junto con el informante, ambos producen el discurso, el investigador por medio del interrogatorio y el informante con sus respuestas.


A modo de conclusión de esta primera parte. La historia oral es una disciplina de la historiografía contemporanea que permite el rescate de saberes marginales. Mediante su práctica la historia oral construye fuentes nuevas para el saber histórico. El historiador participa activamente en la producción de discursos, pero además, dada su calidad de agente productor de conocimientos validado por el sistema social occidental, tiene el poder de rescatar y darle veracidad a montañas de discursos que por distintas situaciones, habían sido condenadas al exilio del continento de lo falaz.

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